Pasaxe do Vizonde de Altamira
no castelo de Vilaxoán
Actualizado: setembro 2024
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“[…]
La
torre
de
Villajuán
se
alza
medio
derruída
sobre
una
pequeña
loma
de
la
parroquia
de
Pino
-Cospeito-
dominando
el
paso
natural
entre
la
zona
de
Villalba
y
los
ríos
Támoga
y
Miño,
a
poca
distancia
y
margen
izquierda
de
la
carretera
de
Villalba a Lugo desde la cual puede verse mostrando, solitaria y triste, su versión de melancolía.
Tiene este castillo una trágica historia, íntimamente ligada a la de Galicia, que merece recordarse.
Perteneció
al
secretario
y
contador
del
Rey,
don
Juan
II
de
Castilla,
llamado
don
Alonso
Pérez
de
Vivero,
quien,
por
infidelidades
cometidas
con
su
protector
el
condestable
don
Álvaro
de
Luna,
fue
defenestrado
de
orden
de
éste
en
abril
de
1453
y
dos
meses
después
degollado
don
Álvaro
en
Valladolid.
Sucedió
a
don
Alonso
en
el
señorío
de
Villajuán
su
hijo
don
Juan
de
Vivero,
quien
tomó
parte
activa
de
la
conjura
de
los
Nobles
contra
el
nuevo
Rey
de
Castilla,
Enrique
IV,
el
que,
por
tal
motivo,
le
destituyó
del
señorío
de
Vivero
que
también
ostentaba
e
invistió
con
la
tenencia
del
Señorío
de
Vivero,
por el Rey, de tal villa de Vivero a su “guarda y fiel vasallo”, el célebre Mariscal Pedro Pardo de Cela.
Don
Juan
de
Vivero,
como
irreconciliable
enemigo
de
don
Enrique
IV,
mantuvo
íntima
amistad
y
defendió
la
causa
de
los
Reyes
Católicos,
quienes
se
casaron
en
su
palacio
de
Valladolid
habiendo
sido
la
madrina
su
esposa,
doña
María
de
Acuña.
Al
ser
degollado
en
Mondoñedo
el
Mariscal
Pedro
Pardo
de
Cela
junto
con
su
hijo
de
22
años,
por
orden
de
don
Fernando
de
Acuña,
primer
gobernador
que
vino
a
Galicia
por
los
Reyes
Católicos,
y
que
era
cuñado
de
don
Juan
de
Vivero,
la
hija
del
Mariscal
llamada
doña
Constanza,
junto
con
su
marido
Fernán
Ares
de
Saavedra,
eligieron
precisamente
este
castillo
que
asaltaran
para
sublevarse
contra
los
Reyes
en
venganza
de
la
oprobiosa
muerte
dada
a
sus
deudos,
sin
formación
de
causa ni figura de proceso, venganza que tanto parece tomada contra los Reyes coma contra don Juan de Vivero.
Doña
Constanza
y
su
marido
resistieron
cerca
de
un
año
la
embestida
de
las
tropas
reales,
hasta
que
la
señora
falleció
dentro
y
no
quedaron
más
de
dos
o
tres
hombres
sanos.
Tal
fue
el
arrojo
y
valor
de
doña
Constanza
que
desde
entonces
la
voz
popular
bautizó
el
castillo
con
el
nombre
que
hoy
se
le
conoce
de
“Cal
da
Loba”
expresiva
denominación
que
perdura
proclamando
que
aquel
lugar
fue
el
parapeto,
la
“cal”
o
zanja
donde
aquella
dama
se
sublevó,
justamente
indignada, con fiereza de Loba.
[…]”
Alejo Barja Prieto
El Progreso, 1966
Maio 2021, Suso Pena